Saturday, August 9, 2008

Ma Vie Prolétaire

Estoy harto de trabajar. Me rompo el ojete los fines de semana haciendo turnos dobles, cocinando más de 700 platos para que al final del día tenga que limpiar mi línea de trabajo (que cuentan como dos líneas), y aparte de eso, barrer y trapear el piso. Sacrifico mis fines de semana, y junto con ese sacrificio se va mi vida social y mi juventud. Toda esta privación para que al final, los condenados gerentes del restaurante, después de ver cómo me mato trabajando para que los platos salgan rápido e intachables, me quieran romper mas el culo y me hagan hacer el trabajo de otros para ahorrarse el dinero de su costo laboral (ojo que no cuento lo que tengo que soportar con los putos meseros que me hinchan las pelotas siempre cuando me preguntan dónde está el plato de comida para su mesa o cuánto tiempo va a tardar el bendito pan al ajo que se sirve junto con las bebidas).

Mi vida proletaria empezó a mis 16 años cuando ya todos mis amigos andaban laburando y me molestaban por mi indolencia. Mal de mi parte no haberme culturizado con las citas de Robet Frost (1874 – 1963). Debí seguir haciendo lo que mas me gustaba en ese tiempo (la guitarra). “El cerebro es un órgano maravilloso. Comienza a trabajar nada mas al levantarnos y no deja de funcionar hasta entrar a la oficina”. Pero bueno, la vida es así y uno aprende con los errores que comete.



En ese entonces yo era aun un atocinado, y como buen obeso, habitante de Norteamérica, me encantaba la tienda de comida rápida “Taco Bell”. Al vivir a menos de cinco minutos de una de estas tiendas no lo pensé ni dos veces y apliqué de inmediato. En ese entonces no tenía aun una mentalidad avara. No pensaba en el dinero sino en cuantos tacos, burritos, enchiladas, quesadillas y chalupas me iba a poder comer diariamente. Comencé como cajero pero los gerentes, al ver como aprendí a hacer todos los tacos, no demoraron en ponerme de cocinero. Tampoco tardaron mucho para ponerme a hacer los turnos nocturnos de cinco de la tarde a cinco de la madrugada durante mis fines de semana.

En esta chamba mi visión inocente se panoramizó. El gerente con el que trabajaba en los turnos nocturnos compraba, con el cambio que no les daba a algunos clientes, cerveza, puchos, y diversas drogas. Fue allí que perdí parte de mi inocencia y que también me di cuenta, aparte de nunca comer en ningún tipo de restaurante, que las personas no son lo que parecen, y que también no puedes que no se puede confiar en nadie. Las personas que me parecían los más inocentes eran los más yonquis que en mi vida podría conocer. En pleno trabajo jalaban coca, fumaban hierba y se inyectaban heroína. Aunque me trajinaba en ese tajo y me pagaban una miseria por mi esfuerzo (6.75 dólares la hora) debo de aceptar que ha sido el mejor laburo que he tenido. Todas esas noches (durante y después del trabajo) nunca serán olvidadas.

Después, cuando ingrese al college, me conseguí un trabajo de “como técnico”. Mi función solo era asistir a los profesores que tenían dificultades para usar las computadoras o proyectores. En verdad este trabajo fue tan relajado que a veces ni lo considero como uno. Muchas veces solo tenía que enchufar un cable que no estaba puesto. Aparte de eso me la pasaba jugando “counter-strike” con mis compañeros del trabajo y después salíamos a tomar.

Mi primer ciclo de universidad terminó y mi madre se enfermo gravemente de cáncer metastásico al estomago e hígado. Después de la quimioterapia mi madre ya no podía trabajar. Después de aportar, junto con mi hermana, dinero para poder pagar las deudas, decidimos que era mejor regresar una vez más a Lima para que la familia nos pudiera ayudar en esta situación tan crítica. Para ese entonces ya había desarrollado una mente bastante avara. No quería llegar a lima sin dinero y no quería tener que depender económicamente de mis abuelos y tampoco quería ver como mi madre se degradaba con este virus maldito. Fue así como me decidí a quedarme un par de meses trabajando como cocinero en un restaurante llamado “Steak And Shake” (En el post anterior mi amigo Matias le tomo una foto al paradero de un bus. El aviso que sale en él es el de este trabajo.)

Este fue el trabajo más usurero que he tenido. El restaurante estaba abierto las 24 horas del día y, como siempre, a mi me tocaban los turnos de noche. Mi horario consistía mayormente de 5 de la tarde a 9 de la mañana, comía solamente papas fritas con sal y kétchup, y, aparte del labor de cocinero, tenía que atender a personas en el drive-thru y las que se encontraban dentro del restaurante (el mesero con el que trabajaba se la pasaba fumando en el techo del restaurante).

En este restaurante sufrí de un atraco. En una noche mientras hacía de cocinero/mesero un carro se acerco al drive-thru y me dio su orden y justo cuando abro la ventana, un decrépito saltó a la ventana (seguramente estaba consumido por las drogas). El sujeto se había tapado la cara con su camisa, mismo talibán. Yo, agotado por el trabajo y por el estrés, no mostré ningún tipo de emoción ante su asalto. Cuando me apunto con el arma me quede sorprendido al ver lo agraciada que se veía (era una pistola plateada con un mango de madera). El agresor me mando a que le entregase el dinero de la caja y yo solo me aleje del cajero y le indique que se lo llevara, que no iba a hacer nada para detenerlo. Pasamos un minuto en esa situación. Hasta me aleje del cajero y le indique con mímicas como podía entrar y tomar la caja. Cuando el lerdo me dijo nuevamente que le diera el dinero de la caja se me cruzo por la cabeza que estos “asaltantes” deben de ser los típicos chiquillos de Miami que se las dan de malos porque se visten de gangueros y quizá sus papis no le hayan dado dinero (para comprarse sus drogas). Mire atentamente al conductor que tenía puesto unas gafas oscuras, y que en el instante de verlo giro su cabeza para la otra dirección. También vi que el que tenía el arma temblaba un poco. Cansado de la gente estúpida que habita esta ciudad solo dije “Miamenses de mierda” y cerré la ventana del drive-thru y me dirigí hacia el lobby del restaurante. Justo cuando hice esto me di cuenta de la estupidez que había hecho. Para no aparentar ser gallina preferí seguir caminando que correr. El chiquillo golpeo la ventana con su arma, luego la abrió y trato de mandar unos cuantos tiros… felizmente, no sé si por milagro o porque no tenía balas, solo escuche unos “clacs” y de allí escuche como la camioneta salió como un bólido.


Acabado el incidente, fui a informarle a un gerente lo ocurrido, pero él, al ver lo calmado que me encontraba me llamó mentiroso. Le dije que viera la grabación de la cámara de seguridad y al verla se sobresalto y no sabía qué hacer. Le dije que llamara a la policía y así hizo (increíble que contraten a gerentes como este…). En media hora vino la FBI y nos informaron que estos asaltantes ya habían robado 4 otras tiendas y que los habían atrapado y que me necesitaban para identificarlos. Me embarcaron en su auto y me llevaron al lugar donde los habían detenido. Parecían ser los que me habían querido robar, tenían una camioneta blanca como la que había visto y uno de ellos era flaquísimo. Tenían todas las descripciones que mi mente pudo retener y les dije que si eran. Cuando regrese al restaurante me tope con todos los clientes viendo una y otra vez el video del asalto. Al verme solo atinaron a aplaudir, silbar y aclamar que fui el héroe del día. Pena que mi gerente ni la compañía pensaron lo mismo ya que ni me dijeron si necesitaba unos días libres como para “recuperarme del susto”.

Enojado porque el gerente general ni me pregunto cómo estaba me rehusé a atender el drive-thru. (Coloque unos cuantos conos para q los carros no pasaran). Al día siguiente me llamo y me dijo que ya no necesitaba más de mis servicios. Faltaban una semana para que regresara a Lima y tuve que ir a pedirle que por favor me deje terminar la semana de trabajo. Después de rebajarme el orgullo me dijo que estaba bien… ¡Me llega al pincho como después de matarme y de haber frustrado un asalto me hayan querido despedir!... pero mi mentalidad avara pudo mas conmigo.
Regresé después a Perú y pude disfrutar de mi vida. Pero esto solo fue temporal ya que mi madre falleció y tuve que optar por si quedarme en Lima con una vida de mantenido y dependiente, o venir a Miami y luchar yo solo y salir adelante por mi cuenta. Por alguna razón siempre me he querido complicar la vida y madurar con todas las experiencias por las que paso y decidí que mejor me venía a Miami.

Vine con la mentalidad de conseguir un trabajo no relacionado a la cocina pero lamentablemente fue lo primero que conseguí. Me contrataron para trabajar de cocinero en un restaurante Mexicano llamado “On The Border”. Era la primera vez que iba a trabajar en un restaurante de verdad, pero estaba seguro que iba a ser lo mismo que trabajar en una tienda de comida rápida, total… solo nos programan para preparar la comida.



Los compañeros que tenía en este laburo eran unos flojos y siempre cuando se llenaban de órdenes pedían ayuda. Los managers siempre me tuvieron corriendo de estación en estación (tanto así que todos los días salía escaldado). Y mejor ni contarles del desastre que se tenía que limpiar cada noche. Siempre discutía con los gerentes para que me dieran libre los días que tenia clases y también discutía con los meseros porque no quería arriesgar mi trabajo dándoles comida gratis. En el primer mes que pasó me aprendí todas las estaciones (entradas, platos de fondo y parrilla) y no me quisieron subir el sueldo. Así fue como me fui a buscar otro trabajo y termine en el “Macaroni and Grill”.


[Acá les muestro el primer video que he grabado para el blog.
He grabado solo la mitad de la cocina. El moreno al que le "entrevisto" estaba
un poco zampado con los vinos que nos pelamos en la chamba.]




Hace dos semanas me explotaron más que nunca. Me toco trabajar doble turno un domingo. Entre en la línea de pastas y prepare más de 150 platos. Y a las seis, cuanto me tocaba entrar a la línea de entradas, mandaron a la casa a uno de mis compañeros porque estaba fumado. Me recontra mate trabajando. A los meseros no les faltó los panes y sus platos salían siempre a tiempo. Me saque tanto la mierda que hasta algunos compañeros me preguntaban si necesitaba ayuda. Ese día cocine más de 600 platos y supuestamente me tocaba cerrar la línea de entradas (ojo que cuenta como dos y cada cocinero cierra una nomás). Un manager me pidió que cerrara también el de la parrilla porque el que estaba trabajando allí se tardaba mucho. Accedí a su propuesta esperando que me diera permiso para empalagarme un pedazo de carne con salsa chianti y un risotto con pesto. Cuando le preguntè al manager, no me dio permiso para prepararme nada. Obviamente, me llegò al huevo y a la hora de cerrar no limpiè nada y me fui a mi morada. Creo que es hora de irme buscando otro trabajo… y ahora ya no importará la paga.

[La canción de “el vals del obrero” de Ska-P describe casi
perfectamente lo que siento en estos momentos por mi chamba.]





[Un video clip 80tero clásico de Donna Summer, “She worked
hard for the money”. Me hace acordar de mi madre que se mataba trabajando
siempre por mi hermana y por mí.]



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